5 de junio de 2011

Mensaje de los Obispos de la Conferencia Episcopal




 

VI Domingo de Pascua – 29 de Mayo

– Pascua del Enfermo –

Sugerencias pastorales.

·        La Pascua del Enfermo es la celebración gozosa y festiva que clausura la Campaña del Enfermo.
·        Durante la Campaña, desde el 11 de Febrero, hemos intentado que nuestras comunidades aumenten su sensibilidad hacia los enfermos y todo lo que rodea a la salud.
·        La celebración de la Pascua del enfermo es un buen momento para movilizar a la comunidad parroquial y traer a la iglesia a todos los enfermos dentro de sus posibilidades.
·        Cuando la situación del enfermo no lo permita, sería la Comunidad la que tendría que hacerse presente a través del Párroco, de los equipos de visitadores y, este, año se podría hacer una oferta a grupos de jóvenes.


El lenguaje de los símbolos
·        Cartel de la Campaña.
·        El Pan y el Vino para el sacrificio:  amor de entrega y comunión.
·        Un crucifijo, expresión del amor de Dios y fuerza de la que brota la vida eterna.
·        Si hay procesión de las ofrendas, pueden acompañar al pan y el vino unas cruces. Han sido parte de la celebración de la Jornada Mundial el día 11 de Febrero y pueden recoger el trabajo de toda la Campaña. Estas cruces, por las que nos unimos a la cruz de Cristo, expresan el dolor de los enfermos de la Parroquia y, al mismo tiempo, la Luz que ilumina la vida en toda circunstancia. Al finalizar la Eucaristía, sería un gesto bonito acercarlas al domicilio de quienes, por la enfermedad, no han podido participar. Su cruz ha estado presente en la celebración y vuelve a casa como signo de comunión y de esperanza que ilumina su situación.

Monición de entrada
Seguimos celebrando el gozo de la Pascua, de Cristo resucitado. Él nos ha convocado para escuchar su Palabra y recibir su Espíritu. Su presencia y la fuerza de su Espíritu nos llenan de alegría y nos ayudan a dar testimonio de Él.
Al celebrar en la Eucaristía el misterio pascual de Cristo, recordamos  la Pascua del Enfermo. En cada Eucaristía nuestra comunidad hace presentes a los enfermos en la oración, hoy nos hemos esforzado para que, aquellos que se lo permitía su salud, estén presentes en la celebración. Los que no hemos podido traer, tendrán nuestra visita después de la Eucaristía. La comunidad se hará presente en su casa y en su dolor. En un pequeño recuerdo expresaremos nuestro cariño y nuestra solidaridad.


Acto Penitencial
Cristo, el Señor, murió por nuestros pecados para llevarnos a Dios y nos ofrece su perdón. Reconocemos las limitaciones y faltas de amor y pedimos al Señor su gracia y perdón:
      Tú, que venciste a la muerte y nos llamas a vivir siendo estímulo y alegría para quienes viven sin fuerza ni esperanza. SEÑOR, TEN PIEDAD.
      Tú, que resucitaste y nos llamas a dar razón de nuestra esperanza en medio del mundo. CRISTO, TEN PIEDAD.
      Tú, que derramas tu Espíritu en nuestros corazones y nos llamas a un amor comprometido que busque siempre el bien de los demás. SEÑOR, TEN PIEDAD.

Monición a las lecturas
En la primera lectura escuchamos el relato en el que el diácono Felipe, huyendo de la persecución llega a Samaría. Allí predica el mensaje de Jesús y lo confirma con sus obras, lo que provoca la fe y la alegría de todo el pueblo.
El Salmo 65 es un canto de acción de gracias, en el que la comunidad expresa su alabanza y reconocimiento al Señor por todos los beneficios recibidos de sus manos.
En la segunda lectura Pedro nos exhorta a dar razón de nuestra esperanza a todos cuantos nos pregunten, con mansedumbre y respeto, pero sin avergonzarnos de lo que somos y de lo que tenemos.
En el evangelio Jesús anuncia que vuelve al Padre, pero que no nos deja solos, que nos deja su amor y sus mandamientos, que han de ser una expresión de vida y felicidad, de comunión para aquellos que quieran seguirlos y hacerlos suyos.

Oración de los fieles
Unidos a Cristo resucitado, que intercede siempre por nosotros, con toda confianza presentamos nuestras plegarias y nuestras súplicas al Padre:
1.      Para que Cristo resucitado conceda a la Iglesia, con firmeza y valentía, ser testimonio perseverante de su resurrección, y actualice la acción misericordiosa de Cristo con los enfermos, roguemos al Señor.
2.      Para que Cristo resucitado, que dio su paz a los apóstoles, conceda su paz en abundancia a todos los pueblos, roguemos al Señor.
3.      Para que Cristo resucitado transforme los sufrimientos de los enfermos, de los moribundos y de todos los que sufren en aquella alegría que nunca nadie les podrá quitar, roguemos al Señor.
4.      Para que Cristo resucitado anime nuestra fe y nos dé fuerza para dar razón de nuestra esperanza, roguemos al Señor.
5.      Por todos nosotros, especialmente por los jóvenes, para que demos gracias por nuestra salud y seamos testigos de la misericordia de Cristo con los enfermos.
6.      Para que Cristo resucitado se haga presente en el mundo de la salud y la enfermedad y en todos los que sufren a través de cuantos trabajan con los enfermos, roguemos al Señor.
Señor y Dios nuestro, que nos has redimido en Cristo, escucha nuestra oración e infúndenos el Espíritu de la verdad, para que, llenos de su sabiduría, sepamos dar siempre razón de nuestra esperanza. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos.

Sugerencias para la homilía

1. Las lecturas del domingo
·        Hch 8, 5-8.14-17 Comienza la expansión del Evangelio fuera de Jerusalén. El diácono Felipe, hombre abierto y lleno del Espíritu, huyendo de la persecución llega a Samaría y predica a Jesucristo con palabras y con signos, lo que provoca la fe y la alegría de todo el pueblo. Los apóstoles se sienten responsables y, al mismo tiempo, preocupados por la marcha del cristianismo, y envían a Pedro y Juan, quienes bendicen y “confirman” la obra de Felipe con la fuerza del Espíritu. Los dos temas centrales del relato son la evangelización y el don de Dios, que es el Espíritu Santo y que significa plena comunión y solidaridad con la Iglesia del Nuevo Testamento.
·        Sal 65 Canto de acción de gracias, con el que el pueblo alaba la bondad de Dios que escucha su oración y ofrece el perdón, un Dios cuyo poder creador es admirado en la naturaleza a lo largo de la historia. El pueblo celebra al Señor como fuente de vida fecunda y expresa su alabanza y reconocimiento.
·        1P 3,15-18 “Dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiera”.  Esta es la exhortación que hace Pedro, testigo excepcional del evangelio. Nos exhorta a vivir con esperanza, esperando a pesar de todo, para que nuestra vida sea la mejor denuncia ante un mundo cargado de ansiedad, que recapacita ante el testimonio con los que sufren y se ven marginados. Solo en la medida en que nuestra vida está comprometida en la construcción de un mundo que responda a la voluntad de Dios, da razón de su esperanza y hace crecer la esperanza de todos. Somos responsables de la esperanza del mundo y ejerceremos esta responsabilidad con dulzura, respeto y el testimonio sereno de nuestra propia fe. Hay que dar razón de la esperanza que nace de la fe en Cristo muerto y resucitado..
·        Jn 14,15-21 En el evangelio Jesús anuncia la promesa del Espíritu y recuerda a sus discípulos el gran mandamiento del amor. Jesús sigue despidiéndose y hablando del futuro sin él, pero con él. Vuelve al Padre, pero no les deja solos, permanecen su amor y sus mandamientos. Vivir en su amor les asegurará que no se separarán de Jesús, sino que seguirán unidos a él y viviendo en él, o él en ellos. La escena de hoy relaciona el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (la Trinidad) con los  discípulos (la Iglesia). Por la intervención de Jesús, el Padre enviará a los discípulos el  Espíritu Santo. Esta vida es la nueva presencia de Jesús. Cuando parece que todo acaba, se inicia una nueva relación, una  nueva vida basada en el servicio y en el amor; servir y amar  gratuitamente, sin condiciones. 

2. Pascua del Enfermo: “Juventud y salud”
(del Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral
La Campaña del Enfermo nos ha invitado  a reflexionar sobre los jóvenes y la salud a la luz de la fe en Jesucristo, y a participar en la misión evangelizadora de la Iglesia siendo portadores de salud y servidores de la vida.
¿Cómo se enfrentan hoy los jóvenes a los acontecimientos fundamentales de la existencia, es decir, a la salud y la enfermedad, a la vida y la muerte, al sufrimiento y la curación?
La salud es uno de los bienes fundamentales del ser humano y constituye una de sus aspiraciones permanentes. Para los mismos jóvenes la salud es algo muy importante en su vida. Pero junto a la alta valoración de la salud, encontramos comportamientos y actitudes contradictorias. Ponemos nuestra salud en manos de los grandes avances de las ciencias médicas y quizá nos sentimos menos responsables de nuestra salud.
La Iglesia ha de aportar aquello que le es más propio, es decir, ayudar a los jóvenes de hoy a vivir su salud de manera sana y responsable; estar cerca de los jóvenes que sufren y acompañarles a afrontar esa realidad y a vivirla como posibilidad de crecimiento y de maduración; reconocer y avivar la sensibilidad y solidaridad de los jóvenes hacia las personas enfermas, con discapacidad, mayores, o con dependencia. Cualquier época de la vida, probablemente más aún en la juventud, es importante tomar conciencia del valor y sentido de la salud. Jesús es la salud y seguirle es una de las maneras más sanas y gratificantes de vivir.
Enfermedad, dolor y sufrimiento son experiencias personales, cargadas siempre de misterio, un misterio difícil de aceptar y de sobrellevar, difícil de expresar con palabras. Los jóvenes sufren y enferman. Jesús pasó por esta experiencia humana y nos enseñó cómo debemos vivirlo personalmente. La actitudes de Jesús nos ayudan a vislumbrar desde la fe el sentido de la vida, también en medio del sufrimiento, y el valor redentor del amor. Pero, sobre todo, nos enseñan a descubrir que podemos buscar un para qué.
Jesús no pasó de largo ante los enfermos, se acercó a ellos, se conmovió ante su situación, les dedicó una atención preferente y les libró de la soledad y abandono en que se encontraban reintegrándolos a la comunidad. Los jóvenes disponen de un enorme potencial interior para ayudar a los que sufren.
No es agradable oír hablar del morir y la muerte y menos en una etapa donde lo que prima es la sensación de vivir. Sin embargo, la muerte está presente en los jóvenes, y aunque de formas muy diversas, con frecuencia, la realidad de la vida les obliga a tener que encararla de frente. La muerte entonces impacta con fuerza, deja sin palabras, remueve por dentro, provoca reacciones, suscita preguntas e interrogantes, etc. La muerte forma parte de la vida.
Jesús ama la vida, se conmueve ante la muerte y llora. A Jesús no le deja indiferente la muerte. Mirar la muerte, a la luz de Jesús, ayuda a vivir más plenamente la vida y a valorar y agradecer la vida como un don que se ha de vivir en actitud de agradecimiento y alabanza; ayuda a vivir las pequeñas muertes de cada día y acompañar a quienes  están experimentando la muerte en su propia carne y necesitan alguien que les tienda su mano y les consuele; ayuda a combatir lo que aquí y ahora está generando muerte: hambre, violencia, guerras, deterioro de la naturaleza, reparto injusto de recursos, etc.
A todos nos incumbe la tarea y la responsabilidad de cuidar y curar la vida en sus grandes acontecimientos y trasmitir formas sanas de vida. Como testigos de Cristo resucitado tenemos que vivir curando la vida y aliviando el sufrimiento.

Canciones para la celebración

·        Entrada: Cristo resucitó. Aleluya (CLN A 13); En medio de nosotros  (2CLN, A6); Invoco al Dios altísimo (CLN, 713).

·        Salmo 65: El Señor me libró de todas mis ansias.
·        Aleluya: 1CLN, E 2
·        Preparación de Ofrendas: Bendito seas, Señor. (1CLN, H5); Ubi Caritas, o  Música instrumental 
·        Santo 1CLN, I 5
·        Comunión: Donde hay caridad y amor (1CLN, O 26); Pequeñas aclaraciones (CLN, 725); Fiesta del banquete (1CLN, O 23);
·        Final: Regina coeli (gregoriano). María, madre del dolor (del disco ¡Vive! de Kairoi); Canción del testigo (1CLN-404); Gracias, Señor, por nuestra vida (1CLN, 609); Una canción Popular.

ORACIÓN

Padre de bondad y misericordia,
en la Cruz de tu Hijo habéis dejado
el mayor signo de amor
y regalado la vida en plenitud.

El sufrimiento, cargado de misterio,
es difícil de aceptar y sobrellevar.
Duele el dolor del inocente,
nos cuestiona el sufrimiento del joven
y su muerte tronchando en flor
proyectos y esperanzas.
Ayúdanos, Señor Jesús,  a contemplar la Cruz
en la que bajaste a las profundidades
del sufrimiento humano;
en ella nos hiciste participes de tu amor
para poder mirar con ojos de esperanza
los males que nos afligen.
Allí, al pie de la cruz, María
desde el abismo de su dolor,
acogió la misión de ser madre
de Cristo en todos sus miembros.
Que ella, estrella de la esperanza,
nos ayude a verte y encontrarte
en el rostro del hermano que sufre,
y, en el rostro del enfermo, sepamos ver
el rostro de los rostros: el de Cristo.

Amén.[1]