¿quienes somos?



  1. MISIÓN
    La promoción, aliento y coordinación de la acción evangelizadora de la Iglesia Diocesana en el mundo de la salud, por encargo y en nombre del obispo diocesano.
  1. DELEGADO
    Es la persona que, por encargo y en nombre del Obispo diocesano, promueve, alienta y coordina la acción evangelizadora de la Iglesia diocesana en el mundo de la salud.
    Debe trabajar en equipo, formado por las personas responsable que él elija.
  1. NECESIDAD

a.                 Por fidelidad al ejemplo y mandato de Cristo.
    La atención a enfermos y sufrientes aparece en la Sagrada Escritura como signo mesiánico ya que Él pasó haciendo el bien y curando a todos como un signo del Reino y envió a los Doce a proclamar la buena nueva y cura a los enfermos.
    En Él todo irradia salud: no solo curando enfermos sino también liberando a las personas de todo los que le oprime y esclaviza, poniendo paz y armonía en sus vidas fomentando una convivencia más humana y fraterna.
    El es la salud y la vida. Ha venido para que tengamos vida y vida abundante. El nos enseñó que la última palabra de Dios para nosotros no es el dolor, la enfermedad o la muerte sino vida plena en Dios. Gracias a Él podemos vivir la vida, el dolor, la enfermedad y hasta la muerte con otra alegría, otra esperanza, otra dignidad.
b.                 Por fidelidad a la Iglesia. Pues la Iglesia:
    Siempre ha tenido en cuenta el triple mandato de Jesús: Id y predicad, bautizad y curad: por eso, junto a su solicitud pastoral general, ha mimado siempre a los enfermos.
    Ha cuidado siempre este tipo de pastoral, pues sabe que sin atención a los enfermos no es posible una verdadera evangelización. De ahí que esta atención no falta en ninguna parroquia bien a través del párroco o sus colaboradores.
    A través de los obispos, ha recordado la responsabilidad de toda la comunidad cristiana hacia los enfermos y el derecho de los cristianos a ser instruidos sobre el ministerio de la enfermedad y sus relaciones con los enfermos.
c.                  Por realismo humano y cristiano. Pues es en el campo de la salud donde:
    Se plantean los más serios interrogantes y cuestiones que más angustian la conciencia del hombre.

    Se plantean los más graves problemas humanos, morales y espirituales que es preciso abordar e iluminar desde el evangelio y la fe.

    Se ofrece una ocasión privilegiada para anunciar a Cristo, prolongando y actualizando su acción sanante y salvadora, ya que es un momento de especial necesidad y receptividad de la palabra de Dios y de su gracia, tanto para el enfermo como para sus familiares.

  1. OBJETIVOS

a.     Iluminar desde la fe el misterio de la enfermedad y el sufrimiento
    La enfermedad es una situación en la que se enseña al hombre a relativizar muchos valores y formas de vida, a la vez que ayuda a vivir los valores evangélicos y desarrollar la solidaridad, la ayuda, el amor. Para ayudar al enfermo en este sentido.
    No se debe presentar el dolor y la enfermedad como algo querido por Dios sino animando a asumir libremente y sin amargura nuestra existencia finita y mortal.
    Presentar a los enfermos la cruz, el dolor, el sacrificio…sabiendo que nos movemos en el misterio y por tanto, explicándolos desde la humildad, conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras palabras, conscientes de que solo puede ser iluminado desde Dios que nos ha creado por amor y que estará siempre a nuestro lado en estos momentos difíciles.
b.                Evangelizar el mundo de la cultura de la salud
    La Iglesia debe informar desde la fe una cultura que a, a veces exalta e idealiza el vigor y la salud física, olvidándose de la afectiva, moral y espiritual.
    Destina muchos esfuerzos y medios para mantener y recuperar la salud, pero destina medios ingentes para fomentar estilos de vida insanos.
    Oculta la condición enfermable y mortal de todo hombre.
c.                 Cooperar a hacer del mundo sanitario mas humano
    Cuidar de la dignidad de la persona humana y la relación entre enfermo y cuidadores.
    Promover la responsabilidad solidaria con acciones concretas como donaciones de sangre, órganos, consumo racional de los recursos.
    Afrontar a la luz de la fe y la razón los grandes problemas relacionados con el principio y final de la vida, así como el consentimiento informado, objeción de conciencia.
    Promover la formación moral de los profesionales, asesorar a los enfermos y familiares, participar en los comités de ética.
d.                Acompañar a los enfermos. Para ello:
    Acompañarlos en el itinerario de su enfermedad, ayudándoles a vivir con sentido cristiano, cada una de sus etapas, atendiéndoles en cada una de sus dimensiones y necesidades. (GS 3) pero sin olvidar que cada enfermo es distinto y esto debemos tenerlo en cuenta cuando nos acercamos a él.
Apreciar el carácter cuasisacramental de la presencia ante el enfermo, la cual exige:
- Inmediatez y contacto personal para estrechar cada mano, preguntar a cada uno cómo está, compartir sus ansias y sufrimientos y dejar una palabra de aliento y una palabra de hermano.
- Que reafirme los valores de desinterés, gratuidad, servicio generoso y entrega a los hermanos. Pero también atenta a cada situación concreta para actuar con cada enfermo con discreción y pudor que favorezca un clima de paz en el enfermo y familiares.

e.                Celebrar los Sacramentos de la Enfermedad
    Aunque la pastoral de enfermos no debe ser sacramentalista y orientada al bien morir, sin embargo, debe culminar en la celebración de los sacramentos que impliquen al enfermo, su familia y cuantos giran en su entorno (que algunos no serán practicantes).

    Si fuere posible buscar el momento marco adecuado para una celebración comunitaria para resaltar la riqueza del sacramento.

Reconciliación: Es el encuentro del enfermo pecador y débil con Cristo, perdonador y médico. Recibido en el momento oportuno. Es ocasión para reconciliarse consigo mismo, con Dios y los demás. Capacita al enfermo para afrontar con paz y dignidad su situación de enfermo y acercarse a la muerte confiando en la misericordia de Dios.
En el sacerdote se requiere la actitud de acogida y comprensión, respeto y discreción, ya habitual en él. Así facilitará un coloquio franco, íntimo y liberador.

Eucaristía y comunión: A pesar de las dificultades existentes, se ha de procurar, si fuera posible, celebrarla en comunidad, como signo de unión y solidaridad entre todos los que la forman. Es un momento importante para el enfermo, que en ella celebra, sacramentalmente su incorporación a Cristo, fortalece su espíritu y alimenta su esperanza de resurrección.

Unción de enfermos: Es el sacramento especifico de la enfermedad, no de la muerte. Mediante él como se sabe, se otorga al enfermo la gracia del espíritu santo, con lo cual el enfermo es aliviado en su salud, confortado y robustecido contra las tentaciones del enemigo y la angustia de la muerte, para soportar sus males con fortaleza, luchar contra ellos y conseguir la salud si conviene.

Viático: Es como alguien dice, el sacramento del paso con Cristo de la muerte a la vida, ayudado por el Cuerpo y la Sangre del Señor. Marca la última etapa de la peregrinación al Padre, iniciada en el Bautismo. Por eso se ha de procurar recibirlo con plena lucidez.